Raw, de Eddie Murphy (1987)
Temas: Mr. T, Michael Jackson, Brooke Shields, homosexuales, Bill Cosby, Richard Pryor, matrimonio, enfermedades venéreas, divorcio, sexo, infidelidades, McDonald’s, hamburguesas, niños, discos, Rocky, italianos, peleas, alcohol, padres.
Disponible: Amazon (DVD).
¿Qué significa para mí este especial?
Yo tenía cuatro años cuando salió este especial, pero (por obvias razones) lo descubrí hasta el 2010. En esa época en que VH1 pasaba videos de música buenos, los viernes a las 10pm tenían una sección llamada “Movies that Rock”, gracias a la cual pude volver a The Blues Brothers, y la biopic de Meat Loaf, por mencionar algunas. Así que cuando anunciaron “Eddie Murphy en ‘Raw’, este viernes”, primero me sorprendí, ya que no recordaba ninguna película de Eddie con ese título. Luego me desanimé, porque su última película que me había emocionado fue The Nutty Professor, en 1996 (donde Dave Chapelle es uno de sus villanos, ¿se acuerdan?)
Mi vida social nunca ha sido nada impresionante, y bueno, saliendo del trabajo, me dispuse a ver si esta “película” no era tan decepcionante como las últimas que había hecho Murphy (no, en esa época no “entendía” que era un especial de Stand Up, aunque ya había visto dos). ¡Dios mío, el cerebro se me deshizo! Su carrera en Hollywood se cimentó con solamente dos especiales, ¡pero qué pedazos de especiales!. Bueno, hay que decir que en los 80s, Eddie estaba en todos lados: Saturday Night Live (durante su peor época, pero él mantuvo a flote el programa), cine, MTV (porque también cantaba), y en tu bar norteamericano de Stand Up.
Si tienes estómago delicado, aléjate de este especial. Raw nos presenta a un Eddie Murphy sin censura, atacando a celebridades, hombres, mujeres y homosexuales, en una época antes del “cancel culture”, así que no tiene ninguna clase de consideración para suavizar sus chistes. Dice las cosas como son, cuando son meramente observaciones, o hace chistes que, cuando miran por el espejo retrovisor, no alcanzan a ver la línea que supuestamente no debían pasar. Si te gusta Kevin Hart, te va a gustar el Stand Up de Murphy. Si te gusta Chris Rock, vas a amar Raw. Si te gusta Dave Chapelle, vas a disfrutar enormemente el trabajo de Eddie. Es más, me arriesgo: éste sí es el mejor especial de Eddie Murphy. Delirious es muy bueno, pero Raw aborda temas más serios. ¿No me creen? Tómense un antiácido, hagan un maratón (Delirious está en Netflix), y debatimos.
El Especial
Raw empieza con una de las pocas piezas de cine en las que Samuel L. Jackson no dice “fuck”. Es un pequeño sketch que parece un recuerdo de las reuniones familiares de los Murphy, en donde los niños están haciendo un show de talentos para algunos de los adultos. Aparece un niño bailando, luego Tatyana Ali (Ashley en El Príncipe del Rap) sale cantando, y como tercer acto, un niñito en el papel de Eddie Murphy haciendo un chiste de animales, “número 1”, “número 2” y el aparato reproductor masculino. Después del chiste, toda la familia se queda asustada (el mismo Eddie nos había contado un poco acerca de su padres en Delirious, lo serios y estrictos que podían ser), pero una pareja de sus tíos (Samuel L. Jackson y esposa) se carcajea, lo cual puede ser una señal de que, a veces, es todo lo que un cómico necesita: que alguien lo motive, sentirse escuchado, entendido. Después de un pequeño corte para los créditos, donde además podemos ver a sus fans, pasamos directamente al aplauso para recibir a Murphy, que comienza reconociendo que a veces lleva sus chistes muy lejos, como los chistes que ha hecho de Mr. T (si tienes menos de 30 años y no sabes quién es Mr. T, ve a Google, te esperamos), y la golpiza que seguramente recibiría. Lo bueno es que, al ser inversamente proporcional el músculo con el ingenio del persona, seguramente con un poco de Star Wars la libra. Eddie también ha hecho chistes de Michael Jackson, y le advierten que él está molesto, ante lo cual Eddie Murphy se muestra preocupado… En lo más mínimo. Vamos, en una pelea (en su momento) entre Murphy y Jackson, ¿a quién le apostarían? Eddie también ha hecho bromas de los homosexuales, y eso le ha provocado momentos incómodos en fiestas, así como no poder viajar “libremente” por Estados Unidos, porque lo están “vigilando” constantemente. La última víctima de sus chistes, Bill Cosby (quién seguramente ya habría cometido algunos de sus crímenes en ese momento, pero faltaban décadas para que salieran a la luz), aparentemente lo regañó por andar diciendo groserías en su show, según le dijo su hijo. Eddie Murphy se sintió mal, pero Richard Pryor lo tranquilizó, porque el buen Richard le dijo que si a la gente le gusta, no debería detenerse. Todos estos comentarios vienen acompañados de unas magníficas imitaciones, aprovechando sus dotes de actor.
Murphy nos cuenta que ya tiene ganas de casarse, porque ya se siente grande, y le tiene pavor a las enfermedades venéreas, porque cada vez van “mejorando”. Según Eddie, en los 60s, si te daba una, te dolía, te daba comezón, y listo; pero ahora, se te puede caer el pene, o disparar fuego con él. “O sea, ¿siente una sensación de calor cuando orina?”, le pregunta el doctor; y no, ¡es fuego de verdad que sale de su pene! Ya estaba listo para el matrimonio, hasta que vio que Johnny Carson se iba a divorciar, y su futura exesposa le pedía la mitad de su fortuna, algo así como, ¡150 millones de dólares! Aquí empieza el “debate” con las mujeres del público: Eddie Murphy plantea que, va, está bien, se casaron, no tenían nada, lograron algo, y se divorcian: dale, llévate la mitad. Pero Johnny ya tenía ese dinero (o ese trabajo, al menos) cuando se conocieron, así que, ¿a qué contribuyo ella? “Ella estaba en la casa”, ajá, pero, ¿qué ama de casa eres cuando tu esposo tiene 300 millones de dólares en el banco? No es como que vayas a cocinar, o limpiar; de hecho, Murphy propone una, sólo una actividad que deben estar haciendo cuando tú esposo tiene esa cantidad de dinero: tener sexo con tu marido. Y aún así, ¿la mitad? Eddie aclara que esto es algo que sucede en su mayoría en Estados Unidos (“Only in America”), ya que en ese entonces las mujeres se habían vuelto más autosuficientes, no se conformaban con cualquier cosa y mucho menos se iban a dejar mandar por su pareja. Lo podía comparar con la esposa de su amigo, que se casó con una japonesa, y casi casi le tenía que pedir permiso para hablar. ¿Querer algo así con una norteamericana? Olvídalo (afortunadamente, qué horrible vivir con esa desigualdad). Hasta en la música del momento lo dicen, “soy una chica materialista en un mundo materialista”, “tienes que tener un ‘J-O-B’ (trabajo, pero no lo iba a deletrear para estar conmigo”, “¿Qué has hecho por mí últimamente?”. Así que Eddie Murphy se rinde, y se da cuenta que, para poder casarse tranquilamente, sin que peligre su dinero, se va a tener que ir a África, tomar a una mujer de una tribu, y alejarla de todas las mujeres norteamericanas, sino, “¡la mitad!”. (Nota: Murphy estuvo casado de 1993 a 2006, y tiene pareja desde el 2008. Gente delicadita: ¡Son chistes! Agradezcamos que no son verdad, veámosle la gracias, y sigamos, por favor)
Eddie nos “advierte” a los hombres que no tenemos “escapatoria”, ya que cuando una mujer se decide por un hombre, es inevitable. Tienen diferentes métodos, uno es “alimentar su ego”, y es cuando te encuentras al tipo guapo con una chava que dices “no, algo está mal aquí”, y el tipo, después de tres o cuatro acostones, dice “sí, algo está mal”. Otro, el más común, es no “soltar nada”. Todo va bien, se llevan bien, se la pasan bien, pero no hay sexo. ¿Por qué? Porque después de meses de esperarlo, cuando pase, ¡será fantástico! Pero pasa el tiempo, se casan, lo “increíble” se vuelve “lo de siempre”, el hombre se da cuenta que lo “engañaron”, se quiere ir, ¿así de fácil? No, ya saben qué pasa. Y probablemente, las damas han de estar pensando “hijo de su madre, sólo nos está atacando”, pero no se preocupen. Después de un pequeño experimente a base de aplausos, Eddie Murphy se decide a equilibrar la balanza con la siguiente frase: No existen los hombres fieles. No importa lo qué digan, no se puede, porque los hombres tienen que “conquistar” y tener todo el sexo que sea posible. Obviamente, las risas se tornan más agudas, porque los hombres se han dejado de reír tanto. ¡Imagínate pagar los boletos para ver a Murphy, y que le esté diciendo a tu mujer que no eres fiel! Entonces, viene la amenaza favorita de las mujeres: Te voy a hacer algo “donde más te duele”. Y sin hacerlo, solamente con mencionar esa parte, ya duele. Porque la sensibilidad en esa área es impresionante. Es más, ni tienes que golpearlas, a veces un pequeño roce basta para inmovilizarte por un rato. Entonces, ¿por qué lo hombres son infieles? Eddie tiene la respuesta, y no se las vamos a spoilear. Solamente les podemos adelantar: Oh, vaya que los papeles cambian.
Pero hombres, tampoco se confíen, porque también hay un límite. Si a cada rato le rompes el corazón a tu mujer con tus infidelidades, eventualmente te será infiel también. Y ojo: Eddie Murphy sabe que las mujeres no son infieles por naturaleza. No son como los hombres, que lo harán con cualquier persona, en cualquier lugar, en cada momento que puedan. Cuando una mujer lo hace, lo hace bien. Lo planea, no deja rastros, y no levanta sospechas en ese “viaje” que se va con sus “amigas”. Son las cosas que no sabremos de las mujeres, esos secretos que muy pocas personas saben. Porque, según Murphy, todas las mujeres tienen secretos. Han de pensar “no, yo conozco a mujeres que son demasiado penosas para haber hecho algo…”; ¡esas son las peores! Pero bueno, para terminar el tema, Eddie propone algo: todos estamos locos, todos tenemos problemas, así que encuentra a alguien que te soporte y que tú soportes, e intenten ser felices, porque no hay eso de “somos perfectos para el otro”. En su caso, necesita a alguien con personalidad, nada de mujeres discretas. A final de cuentas, serán muy “discretas”, pero, ¿se han dado cuenta que esas mujeres “discretas” son siempre de otra ciudad? Claro, porque ya hicieron todos su desmadre en otro lado, y ya se cansaron. ¿Por qué no hablan? Porque no quieren arruinar su coartada (obviamente, aplica para hombres también, ¡por supuesto!).
Murphy también necesita una mujer que sepa cocinar, por culpa de su mamá. Típico: vives en casa de tus papás, y no te gusta la comida que prepara tu mamá. Pero en el momento que te vas, es lo que más añoras. Pero no te gusta porque esté mala, sino porque realmente querías ir a otro lugar, como McDonald’s. Pero las amas de casa de clase media no tienen dinero para estar gastando en comer fuera, mejor lo preparan en casa, y según ellas, les va a quedar mejor. Tal vez en sabor sí (en el dinero que se ahorran, definitivamente que sí), pero la “presentación” no tiene nada que ver con lo que verías en McDonald’s; peor si además sales a jugar con tus amigos, ¡y ellos sí tienen sus hamburguesas de McDonald’s! Nada como el bullying infantil de antaño. Durante la rutina, alguien le grita para ir a una fiesta, y es el momento para que Eddie Murphy hable de cómo bailan los blancos, o más bien, de cómo no saben bailar. Lo dice claramente: no está siendo racista. Lo compara con decir “los negros tienen labios gruesos”; eso no es ser racista, ¡es un hecho! Lo mismo para el baile, y hasta tiene evidencia física, con sus imitaciones, de que los blancos no saben bailar. Pero él ya no va a las discos, y eso es culpa de las reacciones de los italianos a Rocky. Aparentemente, los italianos se la creyeron completita después de verla, y creen que pueden vencer a cualquiera. Pero cuando se enfrentan a alguien como Abdullah… Bueno, hasta los dulces les van a salir por lugares “inesperados”.
Pues resulta que Eddie tuvo una pelea con un italiano, durante la época de Rocky. En una disco, con el típico novio celoso y borracho, que descubre a su novia viendo a “alguien”, y ya quiere empezar la pelea. A pesar del truco de Murphy de verse muy bravo, no pudo evitar la pelea, porque le salió más bravo. Al ver que no le creyó el bluff, no le quedo más remedio que golpearlo, lo cual aparentemente le da ventaja, y hasta se da tiempo de fanfarronear un poco, pero con la voz menos fanfarrona y más dubitativa que se puedan imaginar. El problema continúa cuando no se da cuenta de que le viene un golpe por la espalda, bien asentado. ¿Creías que tenías labios grandes? Espérate después del golpe que le tocó. Y bueno, no sé si han estado en una pelea de bar, pero de ahí empezó una reacción en cadena, donde todos, blancos y negros, clientes y seguridad, se terminaron golpeando. Pero sólo en una cosa se pusieron de acuerdo: en demandar a Eddie Murphy. Todos lo demandaron: los que pelearon, los que sólo vieron, sus enemigos, sus amigos. Y todavía pensó que sus “hermanos” no lo iban a demandar, ¡fueron los que testificaron en el juicio! Y testificaron con estilo, como si el “barrio” se saliera un momento de su cuerpo. Todos testificaron, porque a todos se madreó Eddie (aparentemente), y todos querían su dinero. ¿Cuánto? Pista: es una fracción. Después de todos estos problemas, Murphy quiso hablar con su mamá. Es normal, pasas por una mala racha, y necesitas ese cariño maternal reconfortante, que te dice que todo estará bien, y que te hará tu comida favorita: ¡unas deliciosas hamburguesas!
Así que marca a su casa (así es, jovencito; antes había un teléfono en casa, y era cómo nos comunicábamos; nada de celulares ni Whatsapp), pero no contesta su madre, ¡su papá es el que toma la llamada! Y como era viernes, el señor ya estaba borracho. Eddie Murphy ya había hecho una fantástica interpretación de su papá borracho con toda la familia (en Delirious, pequeño spoiler), y ahora la repite, pero dirigida a su mamá y al mismo Eddie. De entrada, Murphy nos pinta la escena que se imagina previo a que contesten el teléfono. Como su papá no quiere contestar el teléfono, pero como la mamá no lo contesta, no le queda más remedio que “castigarla”. La cosa se pone peor cuando quiere “cantar” su discusión, porque arruina tanto su argumento, como la canción. A final de cuentas, contesta el teléfono, y es su hijo en la otra línea, contándole de la pelea. Entre la emoción, el alcohol, y la “discusión” previa con la mamá, el señor no entiende un carajo de lo que le está diciendo su hijo. Pero no es necesario que lo entienda, siempre es buen momento para aprovechar cuando le va mal a tus hijos para “enseñarles” una lección. Claro, porque los padres siempre tenemos la clásicas e infalibles “yo no tuve nada de lo que tú tienes cuando yo era chico”, lo “buenos que éramos con nuestros papás” y lo “mucho que trabajaban mis papás, y lo poco que teníamos, pero lo apreciábamos”. ¿Sabe que es lo mejor? Que esas historias siempre se repiten de generación en generación, pero lo que siempre olvidamos es que, realmente, tampoco nos gustaba nuestra vida cuando éramos niños, pero es la historia que tenemos que venderle a nuestros hijos, lo “agradecidos” de haber tenido lo que tuvimos. Raw termina con una especie de ritual alucinante donde Eddie Murphy se transforma en su padre por cinco minutos, y se transporta a un lugar donde canaliza toda esa energía en regaños por la pelea, historias tristes de su infancia y jingles de juguetes. ¿Suena raro? Sí, pero si alguien puede terminar su especial así, y con notas altas, ese es Eddie.
¿Qué pasó después?
No soy experto en cómo funcionaba el “show business” en los 80s (y tampoco ahorita, por favor), pero éste fue el último especial que grabó Eddie Murphy, y no entiendo el porqué. Después de Raw, se dedicó de lleno a las películas. Muy buenas en los 80s, más o menos en los 90s (broma de David Spade incluida), y de plano bastante regulares en este milenio. Tal vez se hartó de la fama, y hace muchos años que no vemos algo de él. Estuvo en el aniversario 40 de Saturday Night Live después de ser la estrella que mantuvo el programa a flote en los 80s, y hasta fue anfitrión en el 2019. Tal vez fue parte de su estrategia para promocionar su película del mismo año, “My Name is Dolemite”, donde es el protagonista (muy recomendable, por cierto).
Con solamente dos especiales, Murphy llegó a ser catalogado como el décimo mejor comediante de Stand Up de todos los tiempos por la revista Rolling Stone (en la lista actualizada, está en el lugar 25… Sin comentarios). Listas y lugares aparte, hay que entender algo: Si Richard Pryor y Bill Cosby fueron las estrellas afroamericanas del Stand Up de los 70s, Eddie fue la mezcla perfecta de ambos: los comentarios sin tapujos de Pryor con el carisma de Cosby. Cierto, los primeros dos son las grandes influencias, pero Eddie Murphy “acercó” el género a los jóvenes. Después de él, Chris Rock no se sintió como algo “inesperado”, Dave Chapelle no “cayó del cielo”, Kevin Hart no llegó “de la nada”. Y pido perdón por todos los comediantes afroamericanos que, por ignorancia, debo estar omitiendo, y también por aquellos que no son afroamericanos que fueron influenciados por Murphy. Hay rumores que haría una nueva gira de Stand Up, pero, una vez más, “puta pandemia de mierda”. Necesitamos ver a Eddie una vez más frente al micrófono, con su traje de cuero, repartiendo golpes a diestra y siniestra, retando a la “cultura de la cancelación”, poniendo en su lugar a los “delicaditos”, y que reemplacemos ese recuerdo del “doctor que baja de peso”, o del “doctor que habla con los animales”, por lo que es el Stand Up de Eddie Murphy: El paladín de la verdad incómoda y sin censura para todos y todas, le duela a quien le duela.
Frases Memorables de Raw (en orden cronológico)
1.- Si yo llevara a Brooke Shields a los Grammys, se volverían locos. Porque sabrían que Brooke va a “cenar” esa noche. Y Brooke lo sabría también.
2.- Aunque el sexo fuera increíble, y le salieran chispas por el trasero, sonarán los cañones, se derrumbaran las montañas y rugieran los mares… ¡Ningún acostón vale 150 millones de dólares!
3.- Hombre: Eres mi mujer, ¿no? Mujer: No veo ningún anillo, ¿vas a darme un anillo? Hombre: Bueno, yo… Mujer: Entonces, no me “tienes”.
4.- A las mujeres les gusta el sexo tanto como a nosotros. Cualquier mujer que esté aquí preferiría estar teniendo sexo ahorita mismo.
5.- Los otros niños se burlaban porque nos vestíamos con “trajes de Twister”, y no tiene nada de divertido que te golpeen con un Twister. Pie derecho, ¡azul! Mano izquierda, ¡rojo!