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Por la Anécdota, de Franco Escamilla (2018)

Temas: Funerales, viajes en carretera, síndrome de ansiedad social, cigarros, insultos, álbum de fotos, muerte, vida después de la muerte, ropa, zapatos, baño, jabón líquido, exfoliación, shampoo,

Disponible: Netflix.

¿Qué significa para mí este especial?

Hablar de Franco Escamilla es hablar del comediante mexicano más popular a nivel global en la actualidad, millones de seguidores en sus diferentes plataformas y redes sociales lo avalan. Poseedor de un ingenio y de un carisma incomparable, Franco es capaz de hablar de infinidad de temas, desde algo de su propia persona, hasta algo universal, y siempre logra el objetivo: risas y aplausos del público, sin importar la ciudad (ni el país) donde se presente. Para cualquier aspirante a cómico de Stand Up en México, la historia de Escamilla es sumamente motivadora: cómo se tuvo que ir a vivir a otra ciudad, trabajando en restaurantes, y hasta en la calle, juntando pesos para sobrevivir, hasta que a base de esfuerzo, la fortuna le empezó a sonreír, y los triunfos empezaron a acompañarlo. Y precisamente es el tema de este especial: ¿Cómo logra un cómico tan exitoso, con un público fiel y cuantioso, seguir cosechando éxitos, continuar ganando adeptos todos los días?

Franco Escamilla tiene la respuesta a esa pregunta en Por la Anécdota, un especial en el que Franco da a conocer varios aspectos de su vida personal para que nosotros, los espectadores, podamos comprender un poco mejor como trabaja la mente de este genio. Algunos tal vez se preguntaran por qué tardó tanto en tener un especial en Netflix (casi dos años después de la triada de Expuesta, Abrazo Genial y El Amor es de Putos), y la respuesta que hemos escuchado es sencilla: Escamilla tenía una serie de peticiones que, hasta que no se cumplieran, no iba a acceder a trabajar con el gigante del streaming (Ojo: no es que Sofía Niño de Rivera, Ricardo O’Farrill y Carlos Ballarta tuvieran que “doblar las manitas”; simplemente fueron negociaciones diferentes). Afortunadamente para ambas partes, y más para nosotros, las cosas salieron bien, y hoy es posible disfrutar de tres especiales de Franco Escamilla en dicha plataforma (además del contenido que tiene en YouTube, pero bueno, ¡lo importante es que tenemos Franco de sobra!)

El Especial

Este especial comienza con un recuento de la gira que lo llevó a dar shows en Tokio, Berlín (de la que no guardará el más grato de los recuerdos, probablemente), Londres y París, para llegar finalmente a la CDMX. Apenas saluda rápidamente al público mientras lo ovacionan, y de una vez, que traemos prisa. El año pasado, Franco fue a un funeral, cosa que no le agrada en lo absoluto, cosa que para Escamilla es perfectamente normal, como lo comprueba con Mario, un espectador, que tampoco le gusta ir a los funerales. De entrada, hay un muerto en el cuarto, nada más para empezar. Pero a pesar de sentirse así, él fue. ¿Por qué? Porque necesita material, y ahora que su vida es mejor que antes, ya no le pasan cosas tan “graciosas” tan seguido. Desde hace más de cinco años (de este especial) que Franco Escamilla se tiene que “provocar” situaciones chistosas para poder escribir, clases de boxeo, potentes bebidas alcohólicas y hasta tríos con mujeres (eso dice él), todo con tal de poder seguir haciendo Stand Up. ¡Qué nobleza! El punto es que Franco fue al funeral de la bisabuela de su esposa en Linares, y además tuvo que manejar las casi cuatro horas de camino mientras ella dormía (tal y como lo hacen la gran mayoría de las mujeres durante los viajes en carretera). Y antes de que su esposa cayera en los brazos de Morfeo, Escamilla le pidió un favor muy sencillo: no me dejes solo. A final de cuentas, todos hemos pasado por ese evento incómodo en que sabes que, si te “acorralan”, es muy probable que quedes en ridículo. Además, hay que tomar en cuenta que Franco Escamilla sufre de Síndrome de Ansiedad Social, lo que hace que le tenga miedo (o más bien, pánico) para hablar con extraños. “Oye, pero es cómico, habla con miles de extraños” sí, pero no interactúa. Una cosa es el escenario, y otra es la vida real.

Obviamente, su esposa estuvo a su lado todo el tiempo, y todo salió bien… ¡Claro que no! Apenas llegaron, ella se fue a saludar, y dejó a Franco a su suerte, en un cuarto lleno de desconocidos, y con una muerta. De primero, intentó interactuar con unos tíos, que recordaban a la difunta, y lo mucho que le gustaba fumar. Cada uno, a su estilo, describieron lo mucho que fumaba la abuela (de ellos). Después de sus historias, se quedaron callados, viendo a Escamilla, esperando alguna historia (de la señora que él nunca conoció), y ante la incomodidad del prolongado silencio, no le quedo más remedio que llegar a una conclusión bastante lógica, pero nada agradable, tomando en cuenta la situación. Los tíos se fueron a otro lugar, visiblemente enojados, y Franco Escamilla intentó distraerse con su celular, pero no había señal, por lo que continuó su martirio. Se dio cuenta que una viejita lo estaba observando fijamente, y de manera nada agradable. Con toda la educación que tiene, Franco la saludó, pero lo único que salió de la boca de la viejita fue un “¿de quién eres?”, cosa que él no entendió, e intento poner pies en polvorosa, pero la viejita lo empezó a perseguir, repitiendo la pregunta, hasta que ella lo jala del saco, y él la encara. Ojo: esta es la versión de Escamilla, porque su esposa fue testigo de este suceso, y tiene otra historia. Para empezar, ella estaba con otra actitud: tristeza, sí; pero también felicidad, por toda la gente con la que se reencontró, platicando sobre sus amigos y conocidos; cuando de repente, escuchó gritos por otro lado. La esposa sabía quién era el causante, no quería voltear, pero no tenía más remedio. Ya con su esposo, le explica que la viejita quiere saber de sus familiares, porque en Linares, una ciudad donde todos se conocen, es raro ver desconocidos, y ella lo que quería era saber su procedencia.

Total, que Franco Escamilla le responde con el nombre de sus papás, cosa que no le sirvió de mucho a la ancianita. Y aquí hace un muy buen punto: le han dicho que, cuando no tiene algo para contar, habla de su familia. Nada más equivocado, responde Franco: su familia es su fuente de inspiración. ¿Suena tierno? Por supuesto, pero a su esposa no le hace gracia, aunque Escamilla la ha hecho una sugerencia bastante concreta para solucionarlo. Ya que estamos por aquí, le echa unas flores a su esposa, y comenta que algo chistoso de ella es que no dice groserías, no insulta (todo lo contrario a su cónyuge, como podrán imaginar), pero ese día fue la excepción, de lo molesta que estaba. Pero tan linda es ella, que hasta disculpas le pidió a su esposo, ¡aunque realmente él no estaba ofendido! Porque las peores groserías de ella son un “buenos días” para Franco Escamilla. Pero esa carta hay que jugarla bien, así que Franco se hizo al ofendido. Ya a punto de irse, su esposa le pide que le ayude con “la guardia”, que es cuando cuatro personas resguardan al difunto en su ataúd, lo cuál hace reír a Escamilla. ¿Qué les hace pensar que él va a poder desempeñar esa labor de manera correcta? Para hacer todo esto todavía peor: “la guardia” es entre cuatro personas, ¿quiénes creen que estaban acompañando a Franco Escamilla aquí? Así es, ¡los tíos! Ya para rematar, se acercó la viejita del párrafo anterior (amiga de la familia, se pudo enterar después), y le pide unirse a “la guardia”, a lo cual Franco se niega, pero le da una alternativa bastante interesante a la señora.

Para continuar con el drama, la viejita traía consigo un álbum de fotos de la bisabuela. Hoy en día nos parecerá raro, pero hay que recordar que en esa época, tener una cámara era un lujo, no como hoy que nos tomamos 20 selfies diarias. Lo chistoso de esto, apunta Escamilla, es que todas las fotos antiguas parece que tienen las mismas poses: en la escalera, el esposo sentado y la esposa atrás, serios. Vamos, ¿qué más poses podían hacer? Al ver las fotos, la viejita se puso a llorar, y a Franco Escamilla le dio ternura, sobre todo al enterarse desde cuándo eran mejores amigas (muchos mundiales de fútbol, para que se den una idea). En ese momento, la abrazó, le dijo que la entendía porque hacía poco a él mismo le había tocado vivir esa experiencia en su familia, y le dio un consejo: sigue viviendo, honra a los muertos, pero sigue viviendo. Pero la viejita seguía desconsolada, porque no entendía cómo iba a ser su vida ahora, si todo lo hacían juntas: iban de compras, a misa, se veían en las tardes para platicar. Y ya, esto es un argumento que Franco no sabe como refutar, se hizo un silencio, y bueno… Escamilla la consoló de una manera “realista”, pero por demás, ¡ojeta! Digo, sufrimiento es sufrimiento, pero, ¿cuánto más iba a sufrir, realmente?

Después de un brindis por los ya fallecidos, y de encender otro cigarro, Franco Escamilla continúa relatando el viaje en Linares, después del funeral: los invitaron a una cena a las nueve de la noche. Para Franco, hombre al fin y al cabo, no es problema, porque no necesita más de cinco minutos para estar listo (como su nuevo “amigo” Mario lo confirma). Pero con su esposa, ¡es otro tema! Las mujeres tienen que se van a poner, porque tienen un amplio abanico de posibilidades, opciones y escenarios. Los hombres, en cambio, somos más sencillos: ¿Todavía sirve? Sí. Entonces, ¿para qué comprar más? Es más, sugiere Escamilla que mientras no se nos salga un testículo en la calle, el pantalón todavía funciona (un saludo “de lejitos” para Daniel y Luis, los “amigos” de Franco Escamilla, en ese orden). Es más, para comprar ropa, Franco sugiere que es más tardada la fila para pagar, que el proceso de escoger y probarse la ropa. Los hombres no cambiamos mucho de atuendo: si la camisa roja (por decir un color) ya no sirve, ¡queremos otra camisa roja! No necesitamos ver “opciones”. Siguiente cuestión: la talla. ¿Un problema para los hombres? Para nada, o pedimos la que estamos usando, o una más arriba, por cualquier cosa. Pero con las mujeres, obviamente, es más complicado, por la “teoría conspirativa” de que cada marca tiene medidas diferentes. Además, lo que ellos piden para arriba, ellas lo piden para abajo, lo que implica una serie de trucos, sacrificios y artimañas para intentar que la talla inferior se logre. ¿Ya tenemos la ropa? Sí, listo; y pensaríamos que ya se acabo la aventura, pero no, faltan: ¡los zapatos! Y los hombres, “hombres” (ya se estaba tardando Escamilla en hacer esa distinción), tenemos no más de cinco pares. En cambio, las mujeres, tranquilamente, pueden duplicar ese número, ¡por lo menos! ¿Cómo le van a hacer para decidirse por uno?

Pues muy sencillo: después de todo el proceso que ya describió Franco Escamilla, una mujer no tiene su atuendo preparado, no: tiene opciones que, ahora sí, tiene que analizar detenidamente, a solas. Pero antes, el baño, con el agua a una temperatura endemoniada, a tal punto que a los hombres se nos quitan las ganas de bañarnos con nuestra pareja, y con la nueva tendencia del jabón líquido, que contiene esas “bolitas” exfoliantes, que ayuda a la piel, pero para Franco, realmente no hace ninguna diferencia (a excepción de que salen “todas rojas” del baño), y sólo sirve para confundirlo con el concepto de “jabón líquido”. Con el shampoo, volvemos con el abanico de opciones: para cabello seco, para cabello rizado, para cuidar el tinte, para quitar el tinte, con extractos de frutas. Total, termina el baño, con todo el ritual que supone para las mujeres exprimirse el cabello, secarse, vestirse (con un atuendo diferente a las opciones preseleccionadas anteriormente). ¿Será el mismo proceso para los hombres? Por favor, la ropa sucia donde sea, nada de batas, ¡desnudos!, una rascadita a los “Danieles” y “Luises” de cada uno, agua fría en la regadera, pecho bien lavado (lo demás puede esperar), juegos con el shampoo (ya sea por peinados o barba), secado inicial exprés a sacudidas, para luego el secado con coreografía con la toalla, y para terminar, ¡el show del “helicóptero” para tu mujer! Ojo: todo esto es si el hombre, antes que nada, pensó que era necesario darse un baño.

Ya para terminar, Escamilla habla de la generalización. Ya había comentado que los “expertos en comedia” dicen que es malo generalizar, pero él no tiene miedo de generalizar al hablar de hombres (“simio conoce simio”, pregonó durante la rutina anterior), y tampoco tiene miedo de generalizar al momento de hablar de comediantes, cantantes y artistas del medio. Para él, todos están mal, son de lo peor, son infieles. Y Franco Escamilla admite que alguna vez él también fue infiel (pero nos pide que no se lo contemos a su esposa, porque no lo sabe), y si lo hizo, fue por la anécdota. Para contarla, Franco se coloca la guitarra, y entona una canción, acerca de esta ventura, donde el clima estaba agradable, alguien se le acercó, Escamilla opuso resistencia por su estado civil, pero a la persona no le importó; Franco Escamilla accedió, tuvieron su noche de pasión, ¿y el nombre de esta aventura? ¡Se lo dejamos de tarea!

¿Qué pasó después?

Por la Anécdota fue el debut de Franco en Netflix, pero para nada fue su debut en un escenario de Stand Up. Él ya venía con una base fuerte, sólida, que nos tenía a todos esperando que se diera esta alianza. Este especial nos demuestra como de algo tan sencillo (un viaje), y a la vez tan incómodo (la muerte), puede sacar una rutina que no desmerece en ningún momento, y rematarla con algo tan común como pueden ser las diferencias entre hombres y mujeres, para continuar arrancando risas y carcajadas del público, aunque algunas de sus observaciones los hayan atacado. La verdad duele, pero es necesaria. Después de Por la Anécdota, Escamilla sacó dos especiales más para Netflix: Bienvenido al Mundo, y el segmento en Comediantes por el Mundo, en el 2019.

Su siguiente especial, RPM, salió para YouTube en el 2020, poco después del inicio de la pandemia que estamos atravesando. Sus proyectos en YouTube, como La Mesa Reñoña, venía desde el 2016, y no se detuvo, al igual que Tirando Bola, que empezó en el 2018, el año en que salió este especial. Ha iniciado otros programas, pero ya los mencionaremos más adelante, para que no se nos fastidie la línea del tiempo. Lo único que sí tenemos que mencionar: A inicios de este mes, Franco Escamilla fue diagnosticado con COVID-19, pero afortunadamente, ya está recuperado, ¡y no nos podemos imaginar la rutina que tendrá con esa anécdota!

Frases Memorables de Por la Anécdota (en orden cronológico)

1.- ¿Te gusta ir a funerales? No, ¿sabes por qué no? Porque eres normal. Qué puto miedo que dijera que sí, ¿no?

2.- La mayoría de las damas, ¡no todas! Por si ahorita brinca una, “¡yo no!. Ok, ¡tú no, pinche unicornio especial!

3.- (A una viejita) Dos o tres meses se van volando; yo que tú ni empezaba una serie nueva.

4.- El hombre se compra pantalones cuando el que tiene ya está roto, ¡y se nota!

5.- (De zapatos) Las mujeres no los avientan a lo pendejo, se dañan. Las mujeres, sus zapatos, los guardan en su zapatera de pared, o en su clóset giratorio, o en su walking closet; o si son jodidas, en su cajita de Andrea.

Bonus: (De la exfoliación) A los hombres, no hay nada que nos mate más una erección que ver células muertas. Mujeres, ¡no sabemos ni cómo se ven las vivas!

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