Live in Concert, de Richard Pryor (1979)
Temas: Gente blanca, gente negra, Patti Labelle, brutalidad policial, mascotas, perros, monos, caballo miniatura, infarto, hospitales, muerte, funerales, abuelas, Muhammad Ali, chinos, sexo, orgasmos femeninos.
Disponible: Netflix.
¿Qué significa para mí este especial?
La primera vez que vi a Live in Concert, de Richard Pryor, tengo que admitir que no me sorprendió. Al menos, la primera parte de este especial (hasta ahora, el único que he encontrado de él), parecía que era el Stand Up del Dr. Dolittle. Pero con el tiempo, vas aprendiendo de su legado, y descubres que es casi una constante de todos los grandes cómicos reconocer la influencia de Pryor: Eddie Murphy lo menciona (e imita) en Raw; En Total Black Out, Arsenio Hall cuenta la anécdota de cuando se conocieron Richard y Murphy a Chris Rock y a Dave Chapelle (si ya vieron -y leyeron- Tamborine, vayan al final para ver la historia); Jerry Seinfield lo llamó “el Picasso de nuestra profesión”; el mismo Chapelle, comparando el Stand Up con la evolución del hombre, dijo que Richard Pryor era “el hombre erguido”; Bill Cosby dijo que “la línea que usó para dividir ‘comedia’ y ‘tragedia’ fue muy, muy delgada”. Durante su entrevista en 60 Minutes en 1994, con Larry King, George Carlin le habla por teléfono para decirle “tú eres el maestro, hacer que la gente llore un poco y ría mucho”.
Y decir que su vida fue “trágica” es quedarse corto: Parecería que ni Dante ni Maquiavelo, trabajando juntos, hubieran podido ser capaces de escribir algo semejante. Su madre era una prostituta que trabajaba en un burdel administrado por su abuela. Padre ausente, Richard fue abusado sexualmente a los 7 años, y abandonado por su madre a los 10, dejándolo al cuidado de la abuela. Expulsado de la escuela a los 14, pasó la gran mayoría de su servicio militar en prisión, por atacar a un soldado blanco que se “divertía” con unas escenas cargadas de racismo. Todo esto, y tal vez menos, hubiera sido suficiente para herir y doblegar casi cualquier espíritu. Pero no el de Pryor. En los 60s, se mudó a Nueva York, y recorría los clubes locales junto con Bob Dylan y Woody Allen (¿se imaginan esas épocas?). Fueron unos primeros años muy tranquilos, con comedia “tradicional”, hasta que en 1967, en Las Vegas, dio un giro de 180º, soltando un “what the fuck am I doing here?”. Nada fue lo mismo después de eso, ni para Richard Pryor, ni para el mundo del Stand Up. Afortunadamente.
El Especial
Live in Concert empieza con la llegada de Richard Pryor al Terrace Theatre. En lo que se dirige al camerino, podemos leer una nota en que se reconoce la aportación de Patti Labelle (famosa por Lady Marmalade, que luego hicieron el cóver Christina Aguilera, Pink, Lil’… Demonios, ya estoy viejo) para este especial, pero por cuestiones de tiempo no pudo ser incluida en la grabación. Sale Pryor al escenario, y la gente se vuelve loca, aunque pareciera que a muchos los tomó desprevenidos, porque todavía ni estaban sentados, cosa que, lejos de molestar a Richard, dice (en tono jocoso) que mejor los espera a que terminen lo que estén haciendo en el baño. Mucha de la gente que está regresando es blanca, y obviamente no va a dejar pasar la oportunidad de hacer bromas al respecto, de que los “hermanos” les “robaron” sus asientos; hasta imita a una pareja blanca que regresa después del “intermedio” (antes, en los shows y en el cine, era una pausa que se hacía… ¡Ya, maldita sea!) solamente para descubrir que les “ganaron” sus asientos por un afroamericano. ¿Creen que le van a reclamar? No sería lo más recomendable. Es curioso ver la “transformación” de una persona blanca cuando está rodeado de sus semejantes, que le sale el racismo por todos lados, a cuando están rodeados de afroamericanos: se vuelven un ejemplo de cordialidad. Para este momento, hay un espectador (blanco, por supuesto) tomándole fotos, al que primero le suelta una broma muy cordial (cordial para Richard Pryor), ya luego lo manda a sentar, aunque el tipo aprovecha para al menos llevarse un apretón de manos de Pryor.
En esta parte, agradece a toda la gente que fue a verlos (a él y a Labelle), y aprovecha para comentar la pasión con la que Patti canta, igual que la emoción con la que la banda toca. Especialmente, el señor blanco (es Richard, gente; el tema racial va a estar por todos lados) que toca el “cuerno” manteniendo su postura en todo momento. Pero Richard Pryor se siente muy agradecido con la gente que lo fue a ver, sobre todo después de todos los desmanes que tuvo el año anterior. ¿Resumen? Policía en su casa, dispararle a su coche con una Magnum, divorcio, alcoholismo… Ya saben, lo “normal”. Después de destruir su carro, llegó la policía, y mejor se metió a su casa. No vamos a decir que lo que estaba haciendo Pryor estaba bien, pero si creemos que la policía hoy en día es un tema controversial, ¡imagínense cómo estaba en los 70s! Y no son sólo los uniformados, también los perros que tienen. Aquí Richard aprovecha para hacer notar, una vez más, la diferencia racial: mientras los blancos parecían sorprendidos, los afroamericanos asentían y confirmaban el relato. Tal es su miedo a los perros policiales, que se compró dos Alaska Malamute, ¡para defenderlo de los Pastores Alemanes y Dóbermans! La premisa fue muy sencilla: si un perro lo atacaba, ellos respondían, y si no, les iba a ir como al carro. Como si no fuera suficiente, también consiguió un Dóberman de una perrera (lo “rescató”, como diríamos actualmente), y los perros de una perrera no son “normales”, ha tenido una vida dura, e invariablemente, los ha afectado.
Pero los perros no son la única mascota que tiene Richard Pryor. También tenía unos monos, que asustaban a los perros, pero le divertían mucho, especialmente “Friend”, cuya primera interacción con Pryor fue “única” (ya la verán). ¿Le molestó? Al contrario, invitaba a gente a su casa, y les decía que lo dejarán salir, para que repitiera su “ritual”. Para que “Friend” se entretuviera, le compró una pareja, que después de unos días, lo dejó exhausto. Pero, al salir de viaje, y dejarlos al cuidado de unos amigos, murieron, lo cual entristeció mucho a Richard. El Pastor Alemán del vecino intentó consolarlo, pero parece que fue más una amenaza que un consuelo. En esto punto, cualquiera pensaría “ok, listo; no más animales exóticos”, pero no Richard Pryor. Después, le regalaron un caballo miniatura. No un pony, un caballo miniatura, que estará muy bonito, pero no se compara en cuanto a los trucos con los monos. El problema fue cuando lo vieron los perros e intentaron “interactuar” como normalmente lo hacen con otros perros, y rápidamente se dieron cuenta que no era un perro. Luego, intentaron “cruzarse” con él, pues tampoco. Y con esa frustración, hasta uno puede salir “perjudicado”, porque el perro tiene sus necesidades, y las va a satisfacer, con o sin pareja.
Ahora, Pryor recuerda cuando tuvo su infarto. Una de las consecuencias es que, ante cualquier dolor, siempre te “asustas”. Básicamente, tu corazón se vuelve un extorsionador, que te recuerda todo lo malo que le has hecho (todo lo que le “debes”, pues). Y en momentos así, todos se acuerdan de Dios. Afortunadamente para Richard (y para el mundo del Stand Up), llegó la ambulancia, y después de un pequeño “malentendido” al ver a puro blanco, se sintió agradecido por el rescate, reconociendo la labor de los paramédicos. Porque, si de él dependiera, mucha gente no sobreviviría. ¿A poco ustedes le darían respiración de boca a boca a cualquier persona? Un pequeño consejo de Richard Pryor para ustedes: lleven su orina cuando lleguen al hospital. Porque te quieren hacer un análisis, ¡y no sale! Ah, pero cuando sale, necesitas como tres o cuatro botellas, no se detiene. Total, que todo estos temas lo tienen pensando en la muerte; si pudiera elegir, le gustaría morir como su padre: en pleno acto sexual (spoiler: Pryor sí murió de un ataque, pero hay información de que haya sido mientras tenía relaciones… No todo se puede). Obviamente, a la mujer con la que estaba le afectó mucho, se sentía culpable, pero él, con su característico humor y enfoque a la vida, ¡hasta le agradeció! (Aunque seguramente fue difícil para ella conseguir pareja por un tiempo, con todos los “rumores”) Bueno, y si la muerte del señor fue una experiencia, el funeral no se quedó atrás. Richard señala las diferencias entre un funeral de blancos, todos llorando, sollozos, algún desmayo. En cambio, en un funeral afromericano, ¡drama!
Y las abuelas son las que verdaderamente sufren en los funerales. A final de cuentas, ellas son todo sentimiento, en todo momento, a todas horas. ¿Qué tanto sentimiento? Pues al menos le sirvió a Richard Pryor para dejar la cocaína, nada más. Además, la señora fue la que lo creció, a punta de “switches”, que eran las ramas con los los adultos de la época azotaban a los niños. Tanto rencor le causaron, que a veces le daban ganas de arrancarle las ramas a los árboles, “para que no vuelvan a golpear a nadie, hijas de puta”. Lo peor era que te hacían ir por la rama con la que te iban a golpear, ¡y cuidado fuera una rama chica, te iba peor! ¿Qué, no habían ramas? No celebres, porque con lo que sea que tuvieran a su alcance te iban a golpear. Han de estar pensando que esto es lo peor, pero, aunque parezca increíble, Pryor lo prefería. Porque si no era con la abuela, era con su papá, y el señor era otro nivel, como cuenta la vez que “se le puso al brinco”, y su pecho pagó las consecuencias. Pero no todo era malo con su padre: él le enseñó a estar en contacto con la naturaleza, iba a pescar, de caza. Era increíble, aunque la parte del baño siempre era un problema, sobre todo si habían mujeres. Aparte de eso, lo importante aquí es ponerse de acuerdo, porque si no, las cosas pueden salir mal durante la cacería. Y de verdad, que si hay algún momento en la vida en lo que no quieres que algo salga mal, es cuando estás cazando.
Es momento de hablar de boxeo. Después de hablar de Leon Spinks y su pelea con Muhammad Ali, Richard recuerda la vez que estuvo en un ring con Ali (sería injusto decir que “pelearon”). Podríamos pensar que fue muy divertido, pero la verdad es que Richard Pryor tuvo miedo todo el tiempo de que se le “olvidara” que era una beneficencia. ¿Se imaginan que tuviera un recuerdo de su pelea con Joe Frazier en ese momento? Gracias a Dios, sólo fue al anécdota, porque a Pryor le gustaba el boxeo. Él lo practicó de jóven, y era bueno… En el gimnasio. En el ring era otra cosa, porque sus oponentes se “atrevían” a “moverse”. En una ocasión, sintió que estaba yendo bien, tiró algunos golpes que conectaron bien, pero cuando dejó su brazo muy arriba, ahí fue cuando lo castigaron. Otra pelea, parecía que su contrincante era músico, o más bien, percusionista, porque Richard casi se pone a bailar al ritmo de los golpes que le daban. Todavía peor, una vez le castigaron todo el cuerpo, y cuando salió con los brazos abajo… Golpe, barbilla, suelo, y listo. ¿No puedes pelear? No te preocupes, pero al menos mantente en forma, porque Richard Pryor te tiene un consejo: ¡Corre! Tal vez no puedas evitar una paliza de frente, pero si corres rápido, al menos la puedes escapar. Y no solamente tú, enséñale a tu pareja también (tal vez serás su héroe, pero probablemente, su héroe muerto, de acuerdo a Pryor). Y no solamente es para pelear, o para correr: también para nadar. Caso concreto: Richard no sabía nadar. Tenía una piscina en casa, y sus hijos nadaban súper bien, pero él no podía. De hecho, se podría decir que la “parte baja” era para él, y ahí se quedaba. Pero una ocasión, por andar jugando, se pasó a la “parte honda”, y casi se ahoga. “¿No lo ayudaron sus hijos?”, se preguntarán. El problema de estar con alguien gracioso es que piensas que es gracioso todo el tiempo… Hasta cuando no es gracioso, y realmente necesita ayuda. Algo muy similar cuando los tiene que regañar, porque quiere evitar los errores que cometieron con él (específicamente, las golpizas), aunque es difícil, porque (afortunadamente), las mentiras no se les dan muy bien a sus niños.
En este momento, Pryor pide que se prendan las luces, para que Huey P. Newton, cofundador de las Panteras Negras, se levante y reciba un aplauso. En eso, una persona del público le pide que hable de los mexicanos, y después de un par de comentarios bastante leves, mejor habla de los chinos. Mil millones de chinos (y eso fue hace más de 40 años, ahora son casi mil millones), así que Richard Pryor se pregunta, “¿a qué velocidad tienen sexo?”. Porque según sus cálculos, sería demasiado rápido, algo con lo que los afroamericanos no estarían de acuerdo, ya que siempre están buscando nuevas “maneras” de prolongar sus relaciones sexuales. Ojo: Richard habla desde la perspectiva de los hombres, que pueden hacer movimientos, caras, gestos… Pero si no saben “cómo”, para las mujeres, no pasa nada “especial”. Y en los 70s, recordemos que los hombres no se podían preocupar por esas cosas, eran “Macho Man”, aunque por dentro, tuvieran las mismas (o hasta más) inseguridades. Aunque para Richard Pryor, hay una manera infalible de saber si lo hiciste bien: si la mujer, después de tener relaciones, se duerme, ¡felicidades! Pero si al terminar, quiere platicar de lo que sea, ¡te está faltando algo, Jack!
a
¿Qué pasó después?
Si la introducción no fue suficientemente “sufrida” para ustedes, prepárense. Muchos pensarán “bueno, sufrió mucho, pero ya después su vida se enderezó”. Cinco esposas, siete matrimonios, siete hijos, un accidente que le causó quemaduras de 2do y 3er grado en más de la mitad del cuerpo, esclerosis múltiple que lo obligó a usar un carrito para trasladarse, tres ataques al corazón (el último, el que acabó con su vida). ¿Drogas y alcohol? Está de más decirlo. Pero cuando tu espíritu y tu determinación son más fuertes, logras sobreponerte a esto y más. Pryor fue el primer ganador del Premio Mark Twain al humor norteamericano en el Kennedy Center, aunque su estado de salud ya estaba bastante deteriorado, además de haber ganado un Emmy, cinco Grammys, dos premios de la Academia Norteamericana del Humor y uno de la Writers Guild of America.
Live in Concert fue el quinto especial de Richard, y el primero después de sus primeros problemas cardíacos. La forma en la que interactúa con el público, la rapidez de sus respuestas ante situaciones inesperadas, sus lenguaje corporal, la pasión que desborda (sólo vean como termina su camisa al final), y la forma tan brutalmente honesta de hablar de las diferencias raciales en uno de los momentos más tensos en Estados Unidos, o hasta de sus propios problemas… Es innegable que este señor nació para brillar en los escenarios, con un micrófono. Ya no estás vivo, Richard Pryor, pero nos quedan tus conciertos, tus clases magistrales de Stand Up, tu más grande legado.
Frases Memorables de Live in Concert (en orden cronológico)
1.- ¿Se han dado cuenta de lo amables que se vuelven los blancos cuando hay un grupo de negros con ellos?
2.- No quiero volver a ver a ningún policía en mi casa, llevándome a la cárcel por arruinar mi coche.
3.- (De su mono) Lo nombré “Friend” porque la primera vez que le abrí la reja para que salga de su jaula, subió por mi brazo y metió su pene por mi oreja.
4.- Quisiera morir como murió mi padre: teniendo sexo. Así fue, él tenía 57 cuando falleció, y la mujer tenía 18. Mi padre se vino y se fue al mismo tiempo.
5.- ¿Por qué dejarse matar cuando puedes correr? Tu ego se va a recuperar mucho más rápido que tu mandíbula rota.
Bonus: Me gusta hacer el amor, y lo puedo hacer por tres minutos. Lo hago muy bien por tres minutos, luego necesito ocho horas de sueño, y un tazón de Wheaties.