It’s Bad For Ya, de George Carlin (2008)
Temas: Lance Armstrong, Tiger Woods, Dr. Phill, vejez, Alzheimer, muerte, vida después de la muerte, infierno, niños, conversaciones, llamadas telefónicas, Rusell Crowe, Renée Zellweger, mentiras, Estados Unidos, Betty Ford, Barbara Bush, George W. Bush, ejército, religión, Biblia, derechos, Campos de concentración para japoneses
Disponible en: Amazon.com (Blu Ray).
¿Qué significa para mí este especial?
Hace poco menos de ocho años que descubrí al genio, al maestro, al profeta, George Carlin. No los voy a juzgar si les está empezando a gustar el Stand Up y no lo conocen, sería como pedirle a un niño de seis años que empieza a ver fútbol que supiera de Pelé, o Maradona. Carlin es, junto con Richard Pryor, la máxima influencia del Stand Up, es el Stand Up personificado. Irreverente, subversivo, inteligente, articulado, sobrio, y dispuesto a señalar lo mal que está la sociedad, la religión y la Iglesia. No hay paradigma, institución o figura de autoridad que pase por alto a sus ojos. Ver una rutina de George no es fácil, porque te obliga a juzgarte, te hace reír con tus propios defectos como miembro de una sociedad en decadencia.
Y sí, George Carlin tiene muchos más especiales, y seguramente mejores. Pero sentimentalmente este especial tiene mucho valor para mí por dos motivos: fue de los primeros especiales que vi que me ayudaron a entender el Stand Up, como comenté anteriormente, el último de los 14 que él grabó; y cuando comencé a investigar acerca del Stand Up, pude entender la magnitud del señor que estaba viendo (anteriormente había visto a Bill Cosby -que ya será tema en otra ocasión-, a Eddie Murphy -Raw-, y al ya analizado en este, su blog favorito, Robin Williams). Pero a diferencia de los otros, que encontraron éxito en otras expresiones artísticas, Carlin se dedicó de manera casi exclusiva (más allá de algunas participaciones en películas), a esta grandiosa disciplina que él ayudó a encumbrar. Gracias a Dios, fuiste ateo, George, pero donde sea que estés, que Dios, el Sol y Joe Pesci te bendigan.
El Especial
La mayoría de los cómicos empiezan saludando al público, con un chiste tranquilo. George Carlin tiene que empezar con una mentada de madre al en ese entonces no tan infame Lance Armstrong, y al que estaba a punto de caer en desgracia mediática Tiger Woods. ¿Y por qué Lance y Tiger? Porque a George no le gusta que le digan a quién tiene que admirar, a pesar de todos los anuncios, logros y récords que pudieran tener. Bueno, hasta a Dr. Phill le tocó, y a él solamente porque Carlin siguió su consejo. Después de esos “afectuosos” saludos, Carlin anuncia que ya tiene 70 años, una edad que para muchos sería “el principio del fin”, o tal vez “el fin del fin”. Algunos ni llegaron a esa edad, pero aquí está George Carlin, en su segunda edad favorita (la primera no está nada lejos), definiéndose como un “viejo cabrón” (siéntanse libres de cambiar “cabrón” por otro sustantivo de su preferencia). Porque él no es un “vejete”, no; él está más despierto que alguien de 50, o hasta de 40, seguramente. Y aquí viene la primera joya que nos deja George: “viejo” no es una edad, es una actitud. Puedes ser un “viejo” en tu adolescencia, o puedes ser un “joven” ya entrado en tus cincuentas Y bueno, Carlin siendo Carlin, empieza a describir las “ventajas” de su nueva edad, incluyendo Alzheimer. Sí, leyó usted bien, ¡hay algo positivo dentro esta condición! Al menos, desde la perspectiva de George Carlin.
Terminando de hablar de su vejez, otro cómico tal vez hubiera buscado un tema “alegre” para continuar. Pero no George, él hace sus reglas. Menos de 10 minutos en su especial de Stand Up y ya vamos a discutir de la muerte. Empieza relatando los rituales que hay que seguir después de la muerte de una persona y el destino de su información de contacto, ya sea de forma análoga (escrita, pues) o digital (en tu computadora), que acaba casi un cuento de hadas muy retorcido en la segunda. Pero aquí lo importante es con lo que hacemos cuando una persona fallece, el cómo reaccionamos a la noticia. Y es que hay cosas que nos han enseñado que debemos decir cuando alguien muere, que ya ni las pensamos y que, si las analizamos a fondo, nos puede salir el tiro por la culata, o hasta sonar falsos. Todavía peor cuando intentamos hablar de forma “disfrazada” de la muerte. Cosas como “ya no está con nosotros” o “ya está en un mejor lugar” (ojo: los que me conocen y/o ya han leído las entradas anteriores, saben que soy enemigo de los spoilers. Aunque a veces pueda poner algo literalmente como lo dijo el artista, aquí estoy haciendo mi mejor esfuerzo para no citar a Carlin, al menos no en esta sección) pueden tener la mejor intención, pero realmente, las hemos escuchado tantas veces, que son monótonas y, pues bueno, George no puede evitar hacer unos chistes al respecto, boletos al infierno para tu familia incluidos. Y es lo emocionante de la comedia de Carlin: es incómoda, porque te pinta escenarios en los que probablemente no estés a gusto, pero no lo hace con la intención de hacerte sentir mal, sino que descubras cosas por las que pensabas que no ibas a poder reírte. Continuando con el tema de la muerte, George Carlin ahora habla de la gente que cree que los muertos interceden por nosotros (tema del que también habla Louis CK en 2017, su último especial antes de su “incidente masturbativo”), y nos pinta escenarios acerca de las actividades en la vida después de la muerte. Tengo que confesar: yo creo que hay algo más después de la muerte (soy católico), pero creo que no soy ni tan idealista como algunos fanáticos y fanáticas religiosas que conozco, pero tampoco tan cínico (en el buen sentido de la palabra) como propone Carlin. Aunque, a diferencia de los primeros, puedo decir que definitivamente George le dedicó bastante tiempo a reflexionar acerca este tema. Y dentro de su ateísmo, George Carlin tiene tiempo y el temple para sentirse abrumado por las responsabilidades de Dios, con todas las oraciones que le hacen, y con toda la gente que debe estar en el Cielo.
Pero basta del Cielo y los muertos. Regresemos a la Tierra, donde Carlin sabe que hay temas de sobra para hablar. George está harto de lo mucho que se tiene en cuenta a los niños hoy en día, de los excesivos cuidados que se les procuran (sí, el especial fue hace trece años, pero, ¿algo ha mejorado, o siquiera cambiado?). Sin meternos en el tema de la pandemia, los niños son cada vez menos niños. La infancia que tuvimos nosotros, nuestros padres, nuestros abuelos, no tiene nada que ver con la infancia actual, totalmente digital. Son tantos los estímulos que tienen disponibles, y tan poco tiempo que, como padres, les dedicamos a nuestros hijos, que ya casi no tienen tiempo para la espontaneidad. Continuando con la farsa: exámenes todo el tiempo, para todo, hay que calificarlo todo. ¿Y para que calificarlo, si ha final de cuentas también dan premios por todo? Si todos ganan, ¿quién realmente ganó? Ya estamos viendo esos casos de niños y niñas que toda su vida les dijeron que son especiales, que todo lo pueden, ganan todos los juegos, cuadro de honor… Y cuando salen a la vida real, no saben cómo lidiar con ella. Claro, porque ya no tienen la protección de papá y mamá. Hay una diferencia entre educar a tus hijos, educarlos, enseñarles, y otra cosa es meterlos en una burbuja donde nada los “afecte”, y luego preguntarse (o peor, repartir culpas) porque no tiene éxito en la universidad, o peor, en un trabajo. Dentro de su preocupación, hasta tiene tiempo de ofrecernos un consejo para los que somos padres.
Suficiente con los niños (frase que jamás diría un pedófilo), ahora vamos con los adultos. A George Carlin le gusta la gente; no toda, algunas personas, pero tampoco por mucho tiempo. Se podría decir que su problema en sí no es con la gente, sino con las cosas que te cuenta. ¿Quién no se ha encontrado con gente que te quiere contar una historia que no te interesa en lo más mínimo? Además, la cuentan mal. Y se corrigen mientras te la cuentan, y se desvían, y meten otros temas, y entiendes menos. Para hacerlo más incómodo, no entienden las indirectas que les tiras. No te dejan interrumpirlos, no paran de hablar, y te tienes que quedar, mientras por dentro de tan ganas de darles un golpe y gritarles. En esta parte, Carlin no solamente nos da ejemplos de diferentes escenarios, pero hasta consejos para poder superar estos incómodos episodios, ya sea en persona o por teléfono. ¿Ustedes tienen un problema? No se preocupen, George tiene la respuesta, o al menos, una rutina que te haga más llevadero el momento. Incluye hasta un demo de cómo debe ser una conversación: ¿Quién diría que Renée Zellweger haría pornografía fantástica? Y bueno, si a George Carlin le molesta como crían niños hoy en día, ¿quién pensaría que va a querer escuchar acerca de tus hijos? Digo, Carlin ya no está entre nosotros, pero si estuviera, seguramente lo último que haría (o recomendaría que alguien hiciera) es mostrarle una foto de mis hijos (hasta ahorita solo una, no se alarmen).
Así como George sugiere decirle la verdad a las personas, ya sea acerca de sus hijos o de ellos mismos, reconoce que las mentiras son necesarias, al menos en Estados Unidos. Y procede a enlistar muchas de las “mentiras” que son parte de la cultura norteamericana (tierra de libertad, el sueño americano, por mencionar algunos), y hasta algunas a nivel universal (todos somos iguales, tu voto cuenta, entre muchas otras). Aunque en algunas ocasiones son verdaderas, hay varias veces que no se logran esos objetivos. Y si no han siempre sido verdad, ¿por qué la gente sigue creyendo en ellas? Porque las escuchamos todo el tiempo, desde que somos niños, a cada rato, y nos hacen sentir bien. Es bonito pensar que los políticos no roban, que la policía agarra a los criminales, y que a los empresarios les importa el mundo. Y como sugiere George Carlin, como el nivel de vida no es tan malo, nadie cuestiona los males que suceden. Todos preferimos voltear la cara y seguir con nuestras comodidades. A los políticos les conviene que se mantenga dicho status quo, que la gente no se altere. Aquí, Carlin empieza a hablar de las primeras damas en Estados Unidos, y como siempre se les ha dado una tarea para que se “distraigan”. A Betty Ford, esposa del presidente Gerald Ford, aparentemente se le dio la tarea de tomar, para que un centro de rehabilitación llevara su nombre (ouch). A Barbara, esposa del expresidente George H. W. Bush, con el éxito que tuvo con su hijo George (George se rehúsa a llamarlo “presidente”), fue encargada de que los niños norteamericanos leyeran. Y en la superficie, todos deberíamos pensar que eso es algo bueno. Pero George Carlin propone algo: el problema no es que los niños lean, ¡el problema es que no cuestionan! Las figuras autoritarias parecen ser dueñas de la verdad absoluta, y no se puede poner en tela de juicio lo que dicen. Y como lo plantea Carlin, es un círculo vicioso del cual no se ve una escapatoria en un futuro cercano (trece años después, no solamente no hay una solución visible, sino que este problema sigue empeorando).
Continuando con estas mentiras disfrazadas de verdad que les forzan a los norteamericanos, George habla de una calcomanía que vio en días anteriores: “Orgulloso de ser Norteamericano”. George Carlin no entiende ese orgullo, y no solamente de Norteamérica, de cualquier país. ¿Por qué sentirte orgulloso del país en que tu madre dio a luz? Siéntete orgulloso de tus logros, de tus habilidades, no de una nacionalidad o un rasgo genético. “Dios bendiga a Norteamérica” (sé que no es la traducción literal del “God Bless America, pero me molesta que nuestros vecinos del norte crean que son los Estados Unidos de todo el continente) es otra de esas frases sin sentido para Carlin. ¿Por qué los Estados Unidos, de todos los países del mundo, tienen ese lugar especial en la lista de Dios? Y bueno, el ejército. Todos los soldados que han fallecido innecesariamente en alguna guerra. Si todos le rezan a Dios para ganar, ¿a quién le va a hacer caso? ¿Cómo se va a sentir el lado perdedor, de que Dios no le cumplió su petición?
George termina hablando de sombreros. “¿Sombreros?”, se preguntarán. “Pero si ya habló de religión, mentiras, la sociedad, y los Estados Unidos, ¿por qué terminar con algo tan banal como un sombrero?”. Porque no el problema no es el sombrero, sino lo que representa. De entrada, ¿por qué quitarse el sombrero cuando escuchas un himno nacional? Pero apenas y empezó con ese punto, ya regresamos a la religión. Carlin habla de su niñez católica, que la mantuvo “hasta que alcance la edad de razonamiento” (ouch como católico). Bueno, pues de niño, le dijeron que al entrar a la Iglesia se debía descubrir la cabeza para honrar a Dios. Pero este prodigio pensó “¿por qué sólo en la iglesia, si Dios está en todos lados?”. Al menos desde ahí, tiene un buen punto. Y es contra los católicos solamente, los judíos también tienen sus reglas para este tema de los sombreros. Cada religión tiene su sombrero, sus reglas; ¿qué dice George al respecto? Él no quiere ser parte de ningún grupo que le diga que hacer con su cabeza y sus ornamentos. Para terminar esta parte, George Carlin habla de la Biblia, y los juramentos que hacemos, con todo el “teatro” que conlleva el jurar sobre la Biblia, como si Dios viniera y te dijera “oye, no levantaste la mano, no cuenta”. Carlin lo dice, una vez más, y como lo ha venido diciendo durante todo el especial: todo es mentira, amigos; y es malo para ustedes. Pareciera que George sabía que este era el final de su último especial, y quiso acabar con un gran tema: los derechos que tenemos. Como ciudadanos, como humanos. Pues agárrense de las manos, porque George Carlin nos hace ver la realidad: no hay derechos como tales, los derechos son tan “reales” como cualquier fábula que hayamos leído en la primaria. ¿Derechos divinos? Según Carlin, si estos existieran, Dios lo hubiera hecho un poco mejor. Pero para poder contemplar todo el panorama (y a diferencia de esos fanáticos religiosos), George está dispuesto a explorar el tema. Aparentemente, Dios le dio una lista de derechos a los Estados Unidos. ¿Va? Entonces, ¿por qué han tenido que corregirla casi 20 veces? ¿Es culpa de Dios? Seguramente no, a alguien se le olvidó incluir algo. Así que, ¿son de Dios, o del gobierno? Todavía peor, diferentes países tienen diferentes números derechos (y, por ende, diferentes derechos), y los gobiernos se escudan en Dios (o cualquier figura religiosa de la zona) para “otorgarlos”. ¿Por qué Dios tendría preferencias hacia un país u otro, si todos somos “creados iguales”? Para muestra de los irreales y lo conveniencieros que pueden ser estos derechos: Carlin nos relata acerca de los japoneses americanos durante la Segunda Guerra Mundial. Por el simple hecho de tener ascendencia nipona, estos ciudadanos norteamericanos perdieron sus derechos, como el derecho a un juicio, y fueron enviados a campos de concentración. Entonces, si tus derechos te pueden ser quitados, ¿son derechos, realmente? No, lo afirma George, son privilegios. Otorgados a la conveniencia de los gobernantes. Que van disminuyendo cada vez más. Así que George Carlin nos propone un mejor trato: un mundo con derechos ilimitados, donde tenemos el derecho a hacer lo que queramos, pero si a alguien no le gusta, ellos tienen el derecho de matarnos. ¿Asusta? Claro. ¿Es justo? Probablemente sí, si fuéramos más respetuosos. ¿Prefiero eso a vivir bajo la conveniencia de unos cuantos en el poder? Definitivamente que sí, aunque necesitaríamos ser mejores seres humanos para lograrlo y funcionar como raza.
¿Qué pasó después?
Lanzado poco menos de tres meses antes de su muerte, It’s Bad For Ya fue el último legado que nos dejó este genio del Stand Up. George falleció el 22 de junio del 2008, y sus cenizas fueron esparcidas en diferentes clubes de Nueva York donde se presentó. Hubieron algunos trabajos de voz que salieron posterior a su muerte, y su libro Last Words se publicó en el 2009. El mismo año de su muerte, fue elegido de manera póstuma para ser homenajeado en el Kennedy Center por su trayectoria dentro de la comedia. Louis CK le dedicó Chewed Up, su tercer especial, a George Carlin, y dos años posteriores a su fallecimiento, CK le dedicó unas muy bellas palabras a Carlin en un homenaje, reconociendo como George lo había salvado y lo había ayudado a volverse un mejor cómico (si han visto videos de Louis CK en los 80s, todos le debemos agradecer a George Carlin por eso).
¿Qué es lo que pedía Carlin? Un poco de realismo en nuestras vidas. Nos hemos vuelto demasiado complacientes, con las personas y con nosotros mismos. Porque dentro de esta complacencia automedicada se esconden las mentiras, las farsas, las hipocresías. Y en todo eso, es donde los que tienen el poder hacen sus mañas. George siempre tuvo un don para no dejarse engañar por lo que decían las figuras de autoridad, utilizando un principio básico: cuestiona todo. Nada es gratis, y en especial cuando hablamos de política y poder; siempre hay intereses ocultos, y tenemos que ser cuidadosos. Y todavía mejor, su don más grande: la habilidad para construir rutinas con las palabras exactas para desenmascarar dichas artimañas.
El material de George Carlin es poderoso. Lastima, hiere, y lo logra porque es honesto. Escuchar nuevamente It’s Bad For Ya me sorprendió, y a pesar de haberlo escuchado en repetidas ocasiones, me seguí sintiendo incómodo al escucharlo, pero también tiene esos momentos de “no mames, lo que acaba de decir”. Alguna vez vi una entrevista que en que decía que “todo cambió cuando descubrí que no era un comediante que escribía su material; sino un escritor que presentaba su propio material”. Podrá parecer lo mismo, pero hay una abismal diferencia. Nadie podría haber pensado como lo hacía Carlin, y Carlin no se desenvolvía bien con el material de otros (él mismo lo dijo, después de varios intentos en los ochentas, “no soy actor”). Fue un genio sin precedentes que dejó escuela, y podemos ver su influencia en diferentes cómicos actuales. Moriste ateo, George, pero tu trabajo te hizo inmortal. Eso no es mentira, y es bueno para todos nosotros.
Frases Memorables de It’s Bad for Ya (en orden cronológico)
1.- El pobre niño no puede ubicar su pene y ya tiene la presión para lograr el éxito, para el bien de sus padres. ¿No es esto una forma sofisticada de maltrato infantil?
2.- Campamento de liderazgo para niños. ¿No es ahí donde fue Hitler?
3.- Me gusta la gente por ratos. Pero después de, digamos, minuto o minuto y medio… Me tengo que largar de ahí.
4.- Nadie cuestiona nada en Estados Unidos. ¿Por qué? Porque la gente está demasiado gorda y contenta.
5.- Los derechos no son derechos si son algo que te pueden quitar. Son privilegios, es todo lo que hemos tenido en este país: una lista temporal de privilegios.